La lámpara, cuando es encendida, tiene la función de alumbrar en la oscuridad para que
las personas puedan ver las cosas. Su función no está centrada en ella misma, su misión
no es mostrarse. Aunque debe estar en un lugar destacado, no debe llamar la atención
sobre sí misma, sino hacer posible que se trabaje o se lea o se camine sin tropezar. Así
deberíamos ser también nosotros en la Iglesia de Cristo: nunca deberíamos perder de
vista cuál es nuestro servicio. No podemos estar escondidos si somos luz, pero no
debemos tampoco llamar la atención sobre nosotros mismos, sino iluminar para el bien
de los demás.
¡Paz y Bien!