Cuánta sabiduría la de Jesús. Todos deberíamos atender por un día cuáles son nuestras conversaciones, las palabras que tenemos siempre en la boca, nuestras bromas, sentencias y juicios, pues esto nos revelaría de qué está lleno nuestro corazón. Descubriremos cuánto hay de maldades, lujurias, odios, peleas, vicios y soberbia… Y no basta solo con reprimir las palabras y cuidarse para no decir ciertas cosas, es necesario vaciar el corazón y recargarlo con algo diferente. Mi corazón se llena de lo que le alimento. Si paso más tiempo en las cosas del mundo: placeres, televisiones, músicas, redes sociales…, naturalmente, él absorberá estas cosas, y mi boca me denunciará. Paz y bien.