Naturalmente queremos responder a los estímulos. Si nos saludan, respondemos. Si nos hacen el bien, debemos sentirnos obligados en retribuirlo. Sin dudas, no hay nada de errado en esto. Sin embargo, el cristianismo nos invita a ir más allá. Nos desafía a hacer el bien por una decisión propia nuestra, aunque no sea respuesta a un estímulo, esto es, aunque el otro no nos lo haya hecho o hasta nos haya dañado. Si queremos tener méritos delante de Dios, debemos no solo responder, sino hacer el bien siempre y a todos independiente del que nos haga el otro. Paz y bien.