V Domingo de Cuaresma (B)
“En verdad les digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” Jn 12, 24
Estamos ya en el V Domingo de la Cuaresma, despacito nos estamos aproximando de los momentos culminantes de la vida terrena de Jesús que son para nosotros el tiempo central de nuestra historia de salvación. Todos los que queremos ser cristianos debemos espejarnos en la vida de Jesucristo, para que de a poquito podamos conformarnos a Él. De hecho, es Él, su vida, sus palabras, sus actitudes, que debe transformarnos modelándonos a Su imagen.
Jesús sabe que está llegando la hora de enfrentarse con las fuerzas de este mundo. Él siente que muchas personas atadas al poder o a las tradiciones ya no lo soportan y están buscando el modo de eliminarlo. El reconoce que está llegando el momento de llevar a las últimas consecuencias su propuesta de amor, de perdón, de donación gratuita, de servicio ...
Está llegando el momento decisivo de su vida. Y, al igual que todas las personas cuando tienen que tomar una gran decisión, él se siente envuelto en la angustia y en el miedo, porque toda decisión significa igualmente alguna renuncia y, consecuentemente, algún dolor. Es en este contexto que Jesús recuerda: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto». Realmente en el grano de trigo podemos encontrar esta gran verdad de nuestras vidas: si queremos preservarnos egoístamente, nos arruinamos y nos descomponemos, pero si nos donamos, si nos gastamos por los demás, entonces milagrosamente crecemos y descubrimos lo que es la vida.
Si el grano de trigo es conservado en una vasija, él después de un tiempo se secará completamente y perderá la vida, o entonces será arruinado por el moho, pero si él es sembrado en la tierra, ciertamente morirá, se destruirá, pero de su muerte surgirá una nueva vida con muchos frutos.
Jesús sabía que su vida estaba en peligro;
Sabía que podría huir para otros lugares;
Sabía que podría comprometerse en no hacer más milagros y no predicar más a la gente y así lo dejarían en paz;
Sabía que él tenía el poder de destruir anticipadamente a todos los que le querían hacer el mal.
Pero, Él sabía también que el peligro era consecuencia de su coherencia de vida;
Sabía que huir para protegerse era una contradicción con lo que Él predicaba;
Sabía que renunciar a su verdad y su caridad era desfigurarse;
Sabía que destruir a los otros para protegerse era hacerse igual a ellos en la maldad.
Por eso él continua su camino hacia Jerusalén, aun intuyendo todo lo que pasaría allá.
Sabemos que este discurso parece muy extraño en nuestros días, principalmente porque vivimos en el mundo de las facilidades, donde impera la ley del menor esfuerzo, de las facilidades y de los privilegios a todo costo. Todos estamos embriagados de la cultura que siempre piensa primero en nuestras propias ventajas. Vivimos buscando siempre la mayor comodidad personal. Somos especialistas en defender nuestros “derechos”, y aun más en presentar nuestras excusas.
En nuestros días, palabras como renuncia, penitencia, corrección, sacrificio, donación gratuita, abstinencia, disciplina, fidelidad, obediencia, perdón sincero, humildad, nos chocan en el oído, nos hacen mal, creemos que son realidades anticuadas y superadas.
Existe hoy una ideología de la vida fácil, que prometiéndonos con el mínimo esfuerzo todas las delicias, nos está destruyendo desde nuestro interior. Son muchos hoy los que no son capaces de llevar adelante los estudios por las exigencias que se hacen; o sueñan en ser atletas pero no aguantan los ejercicios y la disciplina; muchos esperan ser felices en el matrimonio, pero son incapaces de autentica colaboración, de dialogo, de fidelidad y de perdón; muchos quieren crecer en un trabajo, pero no tienen perseverancia ni empeño; quieren ser padres o madres pero sin asumir la responsabilidad que esto implica; tal cultura “del todo fácil” nos está arruinando.
Más que nunca las palabras de Jesús encuentran un fuerte sentido: «quien quiere preservar su vida la destruye, pero quien la dona, la conserva...»
En este domingo ciertamente esta es la pregunta que Jesús nos hace: ¿qué estás haciendo con tu vida? ¿Estás muy preocupado solo contigo mismo, con tus cosas, con tus comodidades... o eres también capaz de hacer una renuncia por el bien de los demás? ¿Eres un grano de trigo dispuesto a morir para dar vida, o piensas de conservarte y morir estéril?
Es increíble, pero cuanto menos somos capaces de vencernos a nosotros mismos, más nos hundimos, más nos arruinamos. Solo es verdaderamente libre quien ya venció a sí mismo.
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.