Hemos llegado al cuarto domingo del adviento y esto nos dice que la fiesta de la navidad ya está muy cerca. Para ayudarnos a nuestra preparación, la Iglesia nos presenta hoy el anuncio del Ángel a María. La Virgen es una figura central en la encarnación de Dios. Seguramente nadie más que ella se preparó para la navidad de Jesús. Por eso ciertamente ella tiene mucho que decir a aquellos que quieren revivir intensamente este santo evento.
La primera cosa, sin dudas, es vencer el miedo a Dios. Desde la caída en el pecado, tenemos miedo de que Dios se acerque a nuestras vidas. Huimos de él, porque pensamos que él siempre nos quiere “castigar”. Pensamos que lo que él pueda pedirnos, es siempre muy diverso de lo que queremos darle. Pero, estos miedos, son sugestiones del Maligno, pues nadie en este mundo nos quiere más que Dios y nadie nos quiere más feliz que él. No huir de Dios, es para nosotros el único camino de verdadera felicidad. Es por eso que él no se cansa de decirnos: “¡No temas!”
Él tiene una misión para cada uno de nosotros: y en un cierto sentido, es muy semejante a la de María. Él quiere que también nosotros generemos a Jesús para el mundo, para nuestro mundo. Y él confía en que nosotros lo podemos hacer.
Prepararse para la Navidad, es sin duda, vencer este miedo a Dios, y envés de huir y esconderse, acercarse a él para decirle: “Aquí estoy, hágase en mí lo que quieras.”
Desde aquel día, después de aquel encuentro entre Dios y María… después de que el ángel habló a la Virgen, toda su vida fue diferente, aunque siempre muy sencilla. Su casa era la misma, sus trabajos hogareños continuaron iguales, sus vestidos pobrecitos también los mismos… pero dentro de ella y a sus ojos, todo era nuevo. En ella empezaba una nueva creación. Todas las cosas encontraban una comprensión nueva. María estaba poseída por un sentido nuevo, que le hacía “exultar de alegría”. Ella fue invadida por Dios, era llena de gracia, el Altísimo le cubría con su sombra. Aun cuando hacía las cosas más sencillas, lo hacía con mucha intensidad, pues no quería perder ninguna oportunidad de manifestar su amor, su gratitud y su disponibilidad. Sus palabras y sus gestos eran ciertamente expresión de una mujer feliz y realizada. Al final, ella había permitido que Dios le manifestara su máxima confianza.
Lo mismo puede suceder con nosotros. Todo depende de cada uno y la respuesta que dé al Señor. Vivir auténticamente la navidad es abrirse para recibir el Dios que viene hasta nosotros. Que María nos ayude a decir “sí” al Señor.
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.
Hno. Mariosvaldo Florentino, capuchino.