Jesús murió… “para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos”. Jn 11, 52 Existen tantas cosas que nos separan entre nosotros: envidias, celos, egoísmos, peleas, chismes, humillaciones, injusticias, rabias, resentimientos, todos ellos, fruto de nuestra naturaleza caída a causa del pecado original. Sin embargo, el sueño de Dios es que todos sus hijos vivan unidos en el amor fraterno y esto no es posible mientras reine en nosotros el pecado. Solo la purificación con la sangre de Cristo -el hermano que se donó completamente- puede rehacer nuestra naturaleza decaída, capacitándonos a adherirnos a su propuesta y a su ejemplo. Quien ya se renovó en Cristo busca de todas las formas posibles la unidad. Paz y bien.