“La casa se impregnó con la fragancia del perfume”. Jn 12, 3 Cuando tocamos algún perfume, difícilmente pasamos desapercibidos. Su olor tiende a propagarse. Así es también el bien. Cuando lo practicamos, él tiende a difundirse y o arranca elogios y contagia a otros a hacer lo mismo o puede también generar reacciones adversas. Ciertamente, la motivación para hacerlo no debe ser la publicidad; sin embargo, no por eso debemos dejar de realizarlo. El perfume precioso que María usó en los pies de Jesús impregnó todo el ambiente y, aunque generó críticas, Jesús lo aprobó. Nuestra decisión debe ser practicar el bien siempre sin importar que esto nos deje expuestos a elogios o críticas. Paz y bien.