“Yo no he venido a llamar a los sanos sino a los pecadores, para que se conviertan”. Lc 5, 32 Dios, como buen padre, tiene una preocupación especial por los hijos con mayor dificultad. Un padre no es un juez, por eso no se conforma con dar premios a los que son buenos y castigos a los que son malos. Un padre está siempre buscando el modo de ayudar al hijo descarriado a volver al camino. Ningún papá es feliz por castigar, sino que su alegría es ver el cambio en el hijo. Así es Dios. Así es el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. La mirada más bella que tiene Dios está hacia los pecadores. Paz y bien.