ENSEÑANZAS DE LA PASIÓN
Celebramos el Domingo de Ramos, que es la entrada triunfal de Jesús en la ciudad de Jerusalén, donde va a manifestar su extrema fidelidad a Dios, y su amor al ser humano, aceptando los tormentos de la cruz.
Escucharemos la lectura de su Pasión, según los capítulos catorce y quince de Marcos. Nótese que oiremos de nuevo el relato de la pasión el Viernes Santo, pero de acuerdo al evangelista san Juan.
Al considerar el significado de aclamar a Cristo con los ramos, y los últimos días de su vida, debemos quitar enseñanzas prácticas para nuestra vida: veamos cuatro.
¡Hosanna! ¡Crucifícalo! Al entrar en la ciudad montado en el humilde borrico, la gente, que al fin y al cabo representa a nosotros, le gritaba entusiasmada: “Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor”, y le ponían alfombras por el camino.
Sin embargo, pocos días después, estos mismos, en alguna medida manoseados por los dirigentes, vociferaban: "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
Aprendamos a no ser inconstantes en nuestra fe, afirmándola en el templo, y negándola con nuestras obras.
Aparta este cáliz: de vez en cuando la existencia nos obliga a beber un cáliz amargo y queremos decir "Señor, aparta de mí este cáliz". Sin embargo, aprendamos con Cristo a proclamar: "Señor, que no se haga mi voluntad, sino la Tuya", aunque esta decisión nos cueste dolores y renuncias.
Tengamos en cuenta de que hacer la voluntad del Padre de modo constante, tarde o temprano, lleva a la alegría, y finalmente, a la resurrección.
Velar y orar: Jesús quiso ser acompañando en este trance por sus amigos preferidos, los cuales; sin embargo, dormían, flojeaban y lo negaban.
El Maestro nos exhorta hoy día: Velen y oren sin cesar, porque el espíritu es decidido, pero la carne es débil. Significa que debemos cuidar bastante de nuestra vida espiritual, aún más considerando que "carne" no se refiere solamente a cosas de sexo, pero también a la codicia, a la deshonestidad y de ciertos rencores, que no combatimos de modo transparente.
El Cirineo: Simón de Cirene volvía para casa después de un día de trabajos. Seguramente, pensaba en descansar, en su esposa, sus hijos, así como en las deudas que debía pagar. De repente, los soldados le agarraron y le hicieron cargar la cruz del Señor.
Además de cargar nuestras cruces, seamos disponibles para ayudar a otros a sobrellevar sus tribulaciones.
Es más, tratemos de no poner cruces en las espaldas de los demás, principalmente de nuestros familiares.
Feliz Semana Santa: ¡participe con fervor en su comunidad!
Paz y bien.
Hno. Joemar Hohmann
Franciscano Capuchino