EUCARISTÍA: ALIMENTO DE LA FE
Celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, normalmente conocida como la fiesta de Corpus Christi.
Esta fiesta fue instituida por el Papa Urbano IV, en 1264, motivado por el milagro eucarístico de Bolsena (Italia), que se diera un año antes.
CRISTO: PRESENCIA REAL
Era una reacción para afirmar la presencia real de Jesús en la Hostia consagrada, delante del error de aquellos que la negaban. Esta presencia real es clara considerando las palabras del Señor pronunciadas en la Consagración: tomen, esto es mi Cuerpo, y tomen, esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
En seguida, el sacerdote agrega: "Este es el Misterio de la fe", y normalmente, los fieles contestan: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!"
Este "misterio" de la fe es también el sacramento de la fe. Recordemos que sacramento es una señal visible de la gracia divina, que alimenta nuestra fe, fortifica nuestra esperanza y aumenta nuestra solidaridad, es decir, crea un nuevo ser humano. Este "misterio" no es algo incomprensible e inasequible al ser humano, pero es algo que debemos profundizar a cada minuto, pues a cada Eucaristía tenemos que abrir más nuestro corazón para que el Señor lo haga más semejante al Suyo.
Al comulgar, el fiel recibe a Cristo en persona, con toda su Humanidad, ya resucitada y con toda su Divinidad, pues Él es eternamente el Verbo de Dios. Este encuentro de dos personas, el fiel y Cristo, es una relación que debe crecer y llevar al compromiso. Ya el encuentro entre dos simples seres humanos, de cierta manera, tiene algo de misterio y de desafío.
En el pan eucarístico, Jesús edifica la Iglesia como comunión, según el modelo expresado en la Oración Sacerdotal: «Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.»
ALIMENTO PARA EL ALMA
La “Secuencia” de la Misa afirma algo muy hermoso: "Éste es el pan de los ángeles, convertido en alimento de los hombres peregrinos", pues todos estamos de paso por este mundo, y en nuestra travesía, como el cuerpo necesita de alimento, también el alma lo necesita, y tiene que ser un alimento espiritual.
Jesús garantizó que quien, dignamente, comiera de este pan, es decir, de la santa hostia, iría a vivir eternamente, y Él lo Resucitará en el último día.
Para comulgar en estado de gracia tratemos de ser más humildes delante de Dios, y más honestos al relacionarnos con las personas.
Paz y bien
Hno. Joemar Hohman, Franciscano Capuchino